La República Conservadora (1880-1916)
Se sucedieron en la presidencia Julio A. Roca (1880), Miguel Juárez Celman (1886), quien dimitió en 1890 como consecuencia de la revolución encabezada por Leandro N. Alem — que fue sofocada — y le sustituyó el vicepresidente Carlos Pellegrini. Le siguieron en el poder Luis Sáenz Peña (1892), José Evaristo Uriburu (1895), Julio Argentino Roca (1898), Manuel Quintana (1904), José Figueroa Alcorta (1906), Roque Sáenz Peña (1910) y Victorino de la Plaza (1914).
Durante este período existió virtualmente un partido único, el Partido Autonomista Nacional (PAN) que monopolizó el poder sobre la base de elecciones fraudulentas, propiciado por el sistema del voto cantado, y la represión de obreros anarquistas y socialistas. Durante 25 años, la figura excluyente fue el General Julio A. Roca, apoyado en el poder militar y económico de los estancieros.
La mal llamada "República" Conservadora (ya que no existía un régimen electoral libre), organizó un exitoso y moderno modelo agroexportador, que insertó al país en un esquema de división internacional del trabajo que reservaba a los países del norte de Europa el papel de productores de bienes industriales y recurrió a las pampas argentinas como territorio proveedor de alimentos (carne y cereales) para los trabajadores europeos, principalmente británicos.
A tal fin, los gobiernos conservadores, también conocidos como la Generación del 80, introdujeron técnicas modernas de agricultura y ganadería, construyeron una extensa red ferroviaria con eje en Buenos Aires, promovieron una gran ola de inmigración europea (1870-1930) (mayoritariamente campesinos italianos y en segundo lugar españoles) que llevó la población argentina del 3,5% al 11,1% en 1930.[10]
Las inversiones, principalmente provenientes del Reino Unido, fueron destinadas a áreas como el desarrollo ferroviario, los puertos y los frigoríficos, quedando las estancias y granjas (chacras) en manos de la aristocracia argentina. La mayor parte de la población y las actividades económicas modernas se concentraron en la región pampeana, impulsando el gigantismo de la ciudad de Buenos Aires.
Cabe destacar que estos modelos económicos también fueron generando una fuerte concentración de la riqueza en pocas manos; y la exclusión, hacinamiento o segregación de la clase trabajadora.
El PAN dominó con mano de hierro la política argentina hasta 1916, cuando la ley Sáenz Peña de sufragio secreto y universal (para varones) sancionada cuatro años antes, permitió el triunfo electoral de la Unión Cívica Radical, liderada por Hipólito Yrigoyen. Los radicales, que habían protagonizado diversos intentos revolucionarios en contra de lo que denominaban el régimen alentaban la expansión de la incipiente clase media argentina.
1910: el país del Centenario
1910 fue un año en el que los logros y los fracasos de la Generación del 80 quedaron en evidencia.
El 25 de mayo de 1910 se cumplían 100 años desde la Revolución de Mayo, paso inicial de la independencia. El gobierno argentino, presidido por José Figueroa Alcorta, decidió entonces organizar las festividades del Centenario, como un acontecimiento internacional al que asistieran personalidades de todo el mundo.
Llegaron a Buenos Aires la Infanta Isabel de España, el presidente de Chile Pedro Montt y representantes de numerosos países. Los presidentes de Bolivia y de Brasil estuvieron ausentes debido a las malas relaciones diplomáticas que mantenían con la Argentina.
Buenos Aires fue el centro de los festejos, realizándose diversas ceremonias organizadas por el gobierno y particulares con participación del mundo de la cultura, militares, escolares y de colectividades extranjeras.
Se realizaron desfiles militares, manifestaciones cívicas, y una función de gala en el Teatro Colón. Se crearon monumentos y se reanudó la construcción del Congreso y de la Corte Suprema.
Se organizaron conferencias internacionales y una exposición de bellas artes. Muchos diarios publicaron artículos especiales, entre ellos, el más importante fue el editado por La Nación.
El día del 25 de mayo, a la madrugada, una marcha de estudiantes se dirigieron al Río de la Plata para ver el amanecer. A la mañana en la Plaza de Mayo se colocó la piedra fundamental del monumento a la Revolución de Mayo y en la Plaza de los dos Congresos hubo una reunión de escolares. A las tres de la tarde se realizó un desfile militar.
Sin embargo, de manera paralela a los festejos, los sindicatos expresaron su descontento ante la situación de desigualdad social y económica. La CORA y la FORA, dirigidas por las corrientes socialista, sindicalista revolucionaria y anarquista, realizaron protestas y amenazaron con realizar una huelga general. Pedían la derogación de la Ley de Residencia, que habilitaba al gobierno a expulsar extranjeros sin el debido proceso. El gobierno impuso el estado de sitio y la policía reprimió a los manifestantes. Los partidos obreros se fragmentaron y la huelga no se concretó.
Para la clase alta, el acto del Centenario fue una demostración del poder y grandeza a la europea, que perduraría a través de los años. Para las clases bajas el acto del centenario fue un evento aristocrático y excluyente.
Durante este período existió virtualmente un partido único, el Partido Autonomista Nacional (PAN) que monopolizó el poder sobre la base de elecciones fraudulentas, propiciado por el sistema del voto cantado, y la represión de obreros anarquistas y socialistas. Durante 25 años, la figura excluyente fue el General Julio A. Roca, apoyado en el poder militar y económico de los estancieros.
La mal llamada "República" Conservadora (ya que no existía un régimen electoral libre), organizó un exitoso y moderno modelo agroexportador, que insertó al país en un esquema de división internacional del trabajo que reservaba a los países del norte de Europa el papel de productores de bienes industriales y recurrió a las pampas argentinas como territorio proveedor de alimentos (carne y cereales) para los trabajadores europeos, principalmente británicos.
A tal fin, los gobiernos conservadores, también conocidos como la Generación del 80, introdujeron técnicas modernas de agricultura y ganadería, construyeron una extensa red ferroviaria con eje en Buenos Aires, promovieron una gran ola de inmigración europea (1870-1930) (mayoritariamente campesinos italianos y en segundo lugar españoles) que llevó la población argentina del 3,5% al 11,1% en 1930.[10]
Las inversiones, principalmente provenientes del Reino Unido, fueron destinadas a áreas como el desarrollo ferroviario, los puertos y los frigoríficos, quedando las estancias y granjas (chacras) en manos de la aristocracia argentina. La mayor parte de la población y las actividades económicas modernas se concentraron en la región pampeana, impulsando el gigantismo de la ciudad de Buenos Aires.
Cabe destacar que estos modelos económicos también fueron generando una fuerte concentración de la riqueza en pocas manos; y la exclusión, hacinamiento o segregación de la clase trabajadora.
El PAN dominó con mano de hierro la política argentina hasta 1916, cuando la ley Sáenz Peña de sufragio secreto y universal (para varones) sancionada cuatro años antes, permitió el triunfo electoral de la Unión Cívica Radical, liderada por Hipólito Yrigoyen. Los radicales, que habían protagonizado diversos intentos revolucionarios en contra de lo que denominaban el régimen alentaban la expansión de la incipiente clase media argentina.
1910: el país del Centenario
1910 fue un año en el que los logros y los fracasos de la Generación del 80 quedaron en evidencia.
El 25 de mayo de 1910 se cumplían 100 años desde la Revolución de Mayo, paso inicial de la independencia. El gobierno argentino, presidido por José Figueroa Alcorta, decidió entonces organizar las festividades del Centenario, como un acontecimiento internacional al que asistieran personalidades de todo el mundo.
Llegaron a Buenos Aires la Infanta Isabel de España, el presidente de Chile Pedro Montt y representantes de numerosos países. Los presidentes de Bolivia y de Brasil estuvieron ausentes debido a las malas relaciones diplomáticas que mantenían con la Argentina.
Buenos Aires fue el centro de los festejos, realizándose diversas ceremonias organizadas por el gobierno y particulares con participación del mundo de la cultura, militares, escolares y de colectividades extranjeras.
Se realizaron desfiles militares, manifestaciones cívicas, y una función de gala en el Teatro Colón. Se crearon monumentos y se reanudó la construcción del Congreso y de la Corte Suprema.
Se organizaron conferencias internacionales y una exposición de bellas artes. Muchos diarios publicaron artículos especiales, entre ellos, el más importante fue el editado por La Nación.
El día del 25 de mayo, a la madrugada, una marcha de estudiantes se dirigieron al Río de la Plata para ver el amanecer. A la mañana en la Plaza de Mayo se colocó la piedra fundamental del monumento a la Revolución de Mayo y en la Plaza de los dos Congresos hubo una reunión de escolares. A las tres de la tarde se realizó un desfile militar.
Sin embargo, de manera paralela a los festejos, los sindicatos expresaron su descontento ante la situación de desigualdad social y económica. La CORA y la FORA, dirigidas por las corrientes socialista, sindicalista revolucionaria y anarquista, realizaron protestas y amenazaron con realizar una huelga general. Pedían la derogación de la Ley de Residencia, que habilitaba al gobierno a expulsar extranjeros sin el debido proceso. El gobierno impuso el estado de sitio y la policía reprimió a los manifestantes. Los partidos obreros se fragmentaron y la huelga no se concretó.
Para la clase alta, el acto del Centenario fue una demostración del poder y grandeza a la europea, que perduraría a través de los años. Para las clases bajas el acto del centenario fue un evento aristocrático y excluyente.
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