Ahora sí, la solución mapuche
Gracias a Dios misericordioso, la Facultad de Filosofía y Letras ha hecho una pausa en su paciente enseñanza de la filosofía, y otra pausa no menos valiosa en la docencia de las letras, para reparar en mi modesta columna periodística, que ha "repudiado".
Por Rolando Hanglin | Para LA NACION
Por Rolando Hanglin | Para LA NACION
No faltará algún insolente que se pregunte: "¿Y qué tiene que ver la Facultad de Filosofía y Letras con la columna de un periodista sobre la cuestión mapuche? ¡Es como si opinara el Instituto Nacional del Cine o la Cámara Argentina de la Construcción!".
No, señores. El bondadoso coscorrón que me aplicó la Facultad fue de gran utilidad para meditar sosegadamente sobre este asunto. Ahora sí puedo aportar a mis connacionales una propuesta realista sobre el tema que se viene debatiendo.
1) Concepto primordial. Las tierras pertenecen a sus pobladores originarios. Por ese motivo, las provincias de Santa Cruz, Chubut, Neuquén, Río Negro, La Pampa, Mendoza, San Juan, San Luis y Buenos Aires deben ser devueltas íntegramente a las comunidades mapuches, sus dueñas legítimas. Esto suma un 70 por ciento del territorio nacional.
2) Matices. ¿Cómo puede acreditarse que una persona pertenece a la etnia mapuche si no tiene apellido mapuche, ni habla la lengua mapuche? Tanto un detalle como el otro se deben al genocidio de Juan Manuel de Rosas, Facundo Quiroga, Julio Roca, Conrado Villegas, Lorenzo Vintter, el coronel Granada, Federico Rauch, Adolfo Alsina, Estanislao Zeballos, el Perito Moreno, Domingo Sarmiento y Emilio Mitre. Es decir: han bautizado por la fuerza a los aborígenes, obligándolos durante generaciones a hablar el castellano. De esta manera, sólo resta un modo de pertenecer a la etnia, que es "declarativo". En esta modalidad, pertenece a la nación mapuche todo aquel que se declara mapuche. Y listo. No importa si es argentino o chileno, ya que las repúblicas de Argentina y Chile son posteriores a la existencia de la etnia mapuche. No importa el apellido; es igual.
3) Ocupación. Podría objetarse que los mapuches, sumados a otras naciones históricas, nunca totalizaron más de 100.000 individuos. Mal podían ocupar, entonces, toda la Patagonia y la Pampa. A esto respondemos: ¿Ustedes cómo saben? ¿Los contaron? ¿Estaban en los Andes Patagónicos allá por el 1600? No. ¿Verdad? Entonces, a callar. Ellos son los dueños de la tierra. Ejercían la "ocupación invisible". En efecto, al tratarse de naciones nómades, que se trasladaban con sus toldos de un sitio a otro según la alternancia de sequías, cosechas, migración de la fauna e incluso malones (NdR: se desconoce el significado histórico de la palabra "malón" y el verbo "maloquear", posiblemente vinculado a la contemplación de la Cruz del Sur) ocupaban de manera "invisible" toda la Patagonia y la Pampa, en sentido lato. Potencialmente, estaban en todos los puntos de la región: se encontraban en Caleta Olivia pero también ocupaban Bariloche. Estaban en General Acha, pero también ocupaban Mar del Plata. De esta forma eran, y deben seguir siendo, los dueños de toda esta vasta zona. Donde están y donde no están.
4) Apellidos. Debido al etnocidio, los bellos apellidos de la tierra como Carripilum, Nahuelpán, Acha-Huentrú, Ancanamún, Inacayal, Epugner, Curru-huinca, Sayhueque o Nahuel-Payún han sido sustituidos por vulgares nombres cristianos como Almada, Peralta, Linares, Morales o Santillán. Corresponde entonces -y es lo que hacen aquellos que se declaran mapuches- volver a sustituirlos por otros, más propios de la tierra. En este caso, Nahuel. Que bien mirado es sólo un nombre y carece del sufijo totémico, pero eso es lo de menos. Casi todos los militantes, ahora, se llaman Nahuel, aunque en el DNI figure Antonucci, Sufraniazuk o Salvatierra.
Los caciques Amaranto Aigo (Aluminé) y Francisco Curruhuinca (Quila Quina) deberán cambiar, pues, sus nombres por el más sencillo y menos aristocrático Nahuel. En cuanto al monumento sito en Quila Quina, con una bandera argentina, una placa de bronce y en ella la siguiente inscripción: "De la Nación Argentina a sus Hijos Araucanos", que todos los 25 de mayo la comunidad Curru-huinca iza con gran emoción, se tachará la palabra "araucanos", reemplazándola por "originarios". Lo demás, queda. En efecto, "araucano" es el oriundo de Arauco, en Chile, y lo suprimimos por ser geográficamente discriminatorio.
5) Problemas remanentes. La nación ranquel es un caso especial, que debe ser considerado. Esta valiente comunidad, recordada por sus grandes jefes históricos Yanquetruz, Painé, Painé-Guor (Mariano Rosas) y Epugner o Epumer, es de antigua radicación en territorios de San Luis, La Pampa y Córdoba. Sus jefes y lanceros demostraron un coraje inigualable en los turbulentos años de las guerras interiores argentinas (1820-1890) con una particularidad. Numerosos jefes militares unitarios, derrotados en sus provincias, entre ellos los hermanos Juan, Francisco y Felipe Sáa (así como el coronel Manuel Baigorria) buscaron refugio en las tolderías ranquelinas. En las tierras de los blancos los esperaba el fusilamiento (o el degüello) de modo que entre los ranqueles se radicaron, se casaron y compartieron aventuras y desventuras. De ahí que los dirigentes actuales de la provincia de San Luis, el gobernador Alberto Rodríguez Saá y el senador don Adolfo, sean parientes de la nobleza ranquelina. Se los considera descendientes del cacique Lanza Seca. Estos parentescos históricos de noble linaje han facilitado, sin duda, que la provincia de San Luis establezca acuerdos justos y progresistas con la nación ranquel. Pero, para que sean revalidados estos convenios, los ranqueles (o ranculches) deberán declararse mapuches. Con eso queda todo solucionado. ¡Que conste, es una excepción en homenaje a la noble historia de Yanquetruz y Painé!
A las antiguas naciones tehuelches del norte y sur (los gununa-kena y los aoniken) teniendo en cuenta que son poco numerosas porque no se han llevado bien con los mapuches, y estos los diezmaron enérgicamente, se les conceden como premio consuelo las localidades de Bahía Blanca, Río Cuarto, Bariloche y Villa La Angostura. Para ello deberán presentarse a reclamarlas.
En cuanto a las provincias de Entre Ríos, Corrientes y Misiones, más la de Santa Fe, serán entregadas a todos aquellos que se declaren miembros de la etnia guaraní, querandí, chaná, timbú o chorote. Chaco y Formosa quedan para los wichis, tobas, mocovíes y chiriguanos. Salta, Jujuy, Catamarca, La Rioja y San Juan, para los que se declaren integrantes de la etnia colla. Córdoba para los comechingones, Santiago del Estero para los sanavirones, Tucumán para los lules y tonocotés. La ciudad de Buenos Aires puede ser compartida de modo equitativo por todos los pueblos originarios.
6) Acechanzas. Existe el peligro de que el imperio incaico se reconstituya y reclame nuestras provincias del Noroeste. Se le responderá que la soberanía originaria es anterior a la incaica, que recién se estableció en 1450. Otro peligro: el Reino de España podría reivindicar su gobierno sobre toda esta parte de América, pero también debe ser descartado por excesivamente moderno: nunca anterior a 1492, año de la primera invasión de Colón.
7) Interrogantes. ¿Qué hacer con los gringos, es decir los pobladores de origen europeo (o asiático) que se han adueñado de estas comarcas, multiplicándose de modo alucinante? ¿Qué hacer con un Alfredo De Angeli, un Litto Nebbia, un Alejandro Lerner, una Cecilia Roth, un Ricardo Alfonsín, un Chango Spasiuk,un Bruno Gelber, un Cristiano Rattazzi, un Fabián Giannola, un Tomás Abraham, un Ernesto Sábato, un Gabriel Batistuta, y otros 30 millones de argentinos blancos? Muy simple: pueden volver a sus países de origen o conchabarse como esquiladores, peones o puesteros en los campos de los señores Nahuel.
De este modo queda resuelto el tema, de manera razonable y justa. ¡Finalmente!
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